Hoy he tenido una acelerada discusión acerca de si esta película merece el estar en las listas de mejores películas (la persona con la que he cruzado argumentos no lee con la aconsejable frencuencia mi blog :P). Quería desde este púlpito alzarme en defensa de ella, ya que la considero una de las joyas de la corona del cine postmoderno. Me explico.
Para empezar, lo que más destaco y más admiro de esta película (recordemos que es el año 2001) es su estética, que considero apabullante. No digo la fecha de creación porque entonces no se lograba esa perfección, al contrario, la fecha juega en su contra, creo que las más bellas películas (salvo un puñado que se salva. Guiño a Coppola.) se hicieron antes de los años 1990, casi incluso 1980. Lo digo porque estábamos en un momento futurista, de milenio, de Matrix, de nuevas tecnologías, o de seriedad e intransigencia absoluta, de dogma y puritanismo en las formas. Luhrman se atreve con toda la baraja que se le ofrece a un joven director durante su estancia en una u otra escuela de cine. Y todas esas posibilidades que tiene la imagen, las explota sin rubor. Desde la saturación de todos los colores hasta el montaje trepidante pero con sentido (contrariamente a Peter Jackson, que cree que sólo con la cámara en mano basta para dar más velocidad a la narración), pasando por ángulos imposibles, primerísimos planos, y unos cortes cuanto menos sorprendentes. La cámara y el cine en general al servicio de la historia. Un Almodóvar australiano, en ese sentido.
En segundo lugar, la banda sonora. La perfección con que incluye temas de siempre, desde los Beatles hasta Sting, dentro de la narración, no poniendo una canción para mejorar el ambiente, sino para dar un empujón al cuento que cuenta. Absolutamente escalofriante: la escena en que Satine debe rendir cuentas en el dormitorio del duque, y Christian sufre los insuprimibles celos, mientras L'Argentin narcoléptico canta "Roxanne". La actuación, la dirección, el vestuario, los actores, la luz, el sentido de la canción, el montaje. Todos los elementos se engranan a la perfección para dar a luz a una de las escenas más perfectas de esta década.
Mención especial a los actores. Incluso el muy sufrido Richard Roxburgh (el duque) se mantiene firme, a pesar de que no es fácil teniedo enfrente a Toulouse-Lautrec (John Leguizamo), Christian (Ewan), Zigler (Jim Broadbent) y Satine (la siempre impecable Nicole Kidman).
Finalmente, la historia. A mí me llegó. A pesar de todo lo dicho, nota de tolerancia: desde que salió he conocido a gente que la adora, se la sabe de memoria y tararea todas la canciones y gente que la odia y la encuentra insufrible. A ambos lados afecta. Eso también es una gran película.
Para empezar, lo que más destaco y más admiro de esta película (recordemos que es el año 2001) es su estética, que considero apabullante. No digo la fecha de creación porque entonces no se lograba esa perfección, al contrario, la fecha juega en su contra, creo que las más bellas películas (salvo un puñado que se salva. Guiño a Coppola.) se hicieron antes de los años 1990, casi incluso 1980. Lo digo porque estábamos en un momento futurista, de milenio, de Matrix, de nuevas tecnologías, o de seriedad e intransigencia absoluta, de dogma y puritanismo en las formas. Luhrman se atreve con toda la baraja que se le ofrece a un joven director durante su estancia en una u otra escuela de cine. Y todas esas posibilidades que tiene la imagen, las explota sin rubor. Desde la saturación de todos los colores hasta el montaje trepidante pero con sentido (contrariamente a Peter Jackson, que cree que sólo con la cámara en mano basta para dar más velocidad a la narración), pasando por ángulos imposibles, primerísimos planos, y unos cortes cuanto menos sorprendentes. La cámara y el cine en general al servicio de la historia. Un Almodóvar australiano, en ese sentido.
En segundo lugar, la banda sonora. La perfección con que incluye temas de siempre, desde los Beatles hasta Sting, dentro de la narración, no poniendo una canción para mejorar el ambiente, sino para dar un empujón al cuento que cuenta. Absolutamente escalofriante: la escena en que Satine debe rendir cuentas en el dormitorio del duque, y Christian sufre los insuprimibles celos, mientras L'Argentin narcoléptico canta "Roxanne". La actuación, la dirección, el vestuario, los actores, la luz, el sentido de la canción, el montaje. Todos los elementos se engranan a la perfección para dar a luz a una de las escenas más perfectas de esta década.
Mención especial a los actores. Incluso el muy sufrido Richard Roxburgh (el duque) se mantiene firme, a pesar de que no es fácil teniedo enfrente a Toulouse-Lautrec (John Leguizamo), Christian (Ewan), Zigler (Jim Broadbent) y Satine (la siempre impecable Nicole Kidman).
Finalmente, la historia. A mí me llegó. A pesar de todo lo dicho, nota de tolerancia: desde que salió he conocido a gente que la adora, se la sabe de memoria y tararea todas la canciones y gente que la odia y la encuentra insufrible. A ambos lados afecta. Eso también es una gran película.
No comments:
Post a Comment