Sunday, November 11, 2007

Robert Redford

Hoy es domingo y he ido… al cine. Y sí, como de costumbre, como todos los domingos por la tarde de mi vida (o casi, tampoco quiero caer en hipérboles, que para eso está la política y la gente nerviosa), he pagado mi entrada, y la de mi madre, claro, y me he sometido a dos horas muy breves de reencuentro con uno de mis directores favoritos, Robert Redford. Si ya en “The Sting” y “The great Gatsby” o incluso “Butch Cassidy and the Sundance Kid”, o en la insuperable “The way we were” se salía, porque solía ser un actor con carisma, que encendía la pantalla y molestaba al espectador, porque siempre fue un actor incómodo, ha mejorado notablemente detrás de la cámara.

Sorprendió al mundo entero con “Ordinary people” en 1980, mostrando un retrato lúcido y sencillo de una familia que se despedaza. Cualquier persona que no la haya visto se ve encarecidamente invitada a verla, porque en la angustia del hijo que no logra perdonarse a sí mismo encontramos a uno de los actores más prometedores de su generación que luego desapareció del mapa, un Timothy Hutton suicida y confundido por el hacerse mayor, una Mary Tyler Moore a la que Redford rescató del olvido televisivo para darle su papel, valga la ironía, más visto, y a un Donald Sutherland soberbio como el padre que se quita la venda de los ojos, en un gesto de valentía inaudito para salvar lo que queda de su familia. Mención especial al psicólogo de Hutton, que lo reta a cada paso que da para dejar a un lado los abusos de su familia y empezar a ser una persona por sí misma.

En todas sus películas Redford sí que hace una cosa: demuestra una extrema sensibilidad por los seres humanos, y demuestra lo irracional de nuestras relaciones, y de nuevo lo humanos que somos intentando salvarlas de una manera tan idiota como inefectiva. Investiga cada vez con mayor precisión lo que nos coloca en nuestro sitio, y, lo que es más interesante, lo que nos hace salirnos de nuestro sitio cuando creemos que algo merece la pena (o no).

Por ello tengo que darle esta tarde las gracias. Porque dejó de ser un divo para lanzarse a crear y promocionar el que es hoy el festival de cine independiente más grande y con más repercusión del mundo, Sundance Film Festival (en enero, en plena sesión de esquí),que fomenta el cine experimental, atrevido, no atado al dinero ni a las ideologías de los productores esclavizantes. Porque nunca le ha importado un pepino su imagen y se agradece. Por enamorarme en “Tal como éramos”. Por despertarme con “Lions for lambs”.

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