Saturday, February 16, 2008

"Children of men" de Alfonso Cuarón















Hoy he visto “Children of men” del siempre sorprendente Alfonso Cuarón. No sólo demostró estar por encima del resto de directores y encabezar la nueva generación de cineastas suramericanos, sino que dirigió la mejor película de Harry Potter hasta la fecha. Todo esto después de hacerse famoso con la muy escandalosa “Y tu mamá también”, en que mostró su enorme ambición y su gran sentido del humor para contar una historia tan humana como original como refrescante.


Y en “Children of men” no cambia nada de nada. En una historia en que nos manda al futuro cercano pero espero improbable en que la humanidad vive un presente post apocalíptico, en que se mete a las personas en jaulas y no nacen babies, con lo que la humanidad está condenada a la extinción. Y en medio de todo ese desastre, una joven refugiada embarazada que intenta salvar la vida y a su bebé, y un hombre que ha perdido toda esperanza salvo el instinto de supervivencia (Clive Owen) y un loco que fuma hierba y reparte paz (Michael Caine, en una línea John Lennon muy interesante) y un fundamentalista con corazón (Chiwetel Ejiofor).

La película es visualmente muy atractiva, y cuenta con un guión que la hace avanzar de sobresalto en sobresalto. Pero lo que realmente me lleva a escribir sobre esta película es una escena maravillosa en el tercer cuarto de la película, en que el bebé ha nacido y a los refugiados buscados por la policía (los arriba nombrados), que son una mezcla de refugiados y terroristas y recuerdan a las noticias, los asedia el ejército en un edificio. Bombas, gritos, explosiones, metralla, más gritos, desesperación. Entonces el bebé empieza a llorar.

Y uno a uno los refugiados callan y esperan, la batalla cesa momentáneamente, porque acaban de descubrir que tienen entre ellos a un bebé. Todos miran en admiración a la madre y a Clive, que protege a la madre con el cuerpo. Se alzan y comienzan a caminar, el bebé envuelto en una precaria manta. Salen al exterior del edificio y los militares que los habrían matado, forman una columna, rezan, se santiguan, se arrodillan, hacen gestos de respeto, callados, pero todos sin perder de vista a la esperanza humana en manos de una joven que no puede con las circunstancias de su embarazo.

Me conmovió enormemente esa escena porque me demostró que, de algún modo, por muy enfrentada que pueda estar la humanidad, aberrada hasta puntos insospechables, matando a diestro y siniestro (casi una metáfora actual, pero sin el casi), seguimos conservando lo que nos es inherente, ese respeto que a veces se quiebra pero no demasiadas veces. Y como hemos constatado hoy en clase, tendemos de igual manera al respeto que a la falta de respeto. Dejemos que gane “the good one” por una vez.

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