Hoy, por recomendación de Supersu, he visto "Walking on water" de Eytan Fox, un cineasta israelí de menor trascendencia de la que merece, quizás porque sigue llevando el estigma de su nacionalidad en vez de la de la calidad soberbia de sus películas (por ahora he visto una impresionante).
El argumento es bastante veraz. La nieta de un nazi (Pia) vive en un kibbutz redimiendo las penas de su antepasado y cuando su hermano (Axel) va de visita, encargan al agente especial, más asesino que otra cosa (Eyal), el que haga de guía turístico de él para sacar información sobre el paradero desconocido de su abuelo.
Esto desemboca en una serie de situaciones (como la de la foto) en que Eyal (el de la derecha para más señas), un recio agente que vive envuelto en un trauma personal, vaya soltándose, y Axel tome conciencia de la realidad en Israel (de la que su hermana parece abstraerse bastante a través de su trabajo diario en el kibbutz), en parte bañándose en el mar de Galilea y descubriéndose mutuamente. El que Axel sea gay y Eyal no lo descubra, indignadísimo, después de haberle encremado la espalda, no es importante para una fábula de redención de nuestros pecados, los propios y los que arrastramos de nuestros abuelos (en este caso). Es más, más tarde, Eyal viaja de visita a ver a Axel y conoce al fin Alemania, un tema sobre el que no está demasiado seguro.
Superlativa no sólo la dirección, sino también Lior Ashkenazi, el actor que encarna a Eyal, es un intérprete sólido, posiblemente cercano a Clive Owen en esa rudez que sin embargo se desmonta poco a poco, delicadamente, como si el director hubiera tenido que luchar con él cada vez que hubiera querido que sonriera a la cámara. Una gozada el verle en acción, desesperado ante la frivolidad de sus dos nuevos "compis" alemanes, que se dan al hippismo sin contemplar las bombas diarias. La química es excelente con Knut Berger, actor alemán que sigue desconocido, a pesar de que borda un personaje encontrado, de frente a la realidad de su abuelo que sigue vivo y era un asesino.
El señor Fox no afronta esta película como un reto teñido de moralina, sino con la frescura de una visión inmaculada, desde una perspectiva nueva, aunque siempre manteniendo un cierto tono sobrio que él cree corresponde a tal tema.
Lo que más me ha gustado de esta película, que desde luego recomiendo, es la manera en que se trata la culpa, y la liberación de esa culpa. A casi todos los alemanes con los que tengo auténtica confianza les he preguntado sobre el pasado de su familia, esperando una respuesta honesta como la recibirían de reciprocar la pregunta, y en todos he detectado una falta de posición fija. O bien están desmesuradamente enfadados con los judíos por hacerles sentirles culpables (es decir, que el Estado de Israel logra que la culpa permanezca impregnada en la siguientes generaciones), o confundidos porque no saben si sentirse culpables o no, o lo han vivido y no quieren hablar de ello, o han estado cerca cronológicamente y recuerdan la consternación del momento y temen que se repita en cualquier otro lugar del mundo (o en el mismo, claro, después de leer un artículo harto interesante sobre el resurgir de la ultraderecha alemana).
Porque no se detiene en sensiblerías, pero tampoco circunscribe el tema, Fox merece muchas alabanzas. No es fácil encontrarle el pulso a una película con un transfondo tan complicado (y si no que se lo digan a Spielberg con su truncada "Munich"). Buenas noches.
Superlativa no sólo la dirección, sino también Lior Ashkenazi, el actor que encarna a Eyal, es un intérprete sólido, posiblemente cercano a Clive Owen en esa rudez que sin embargo se desmonta poco a poco, delicadamente, como si el director hubiera tenido que luchar con él cada vez que hubiera querido que sonriera a la cámara. Una gozada el verle en acción, desesperado ante la frivolidad de sus dos nuevos "compis" alemanes, que se dan al hippismo sin contemplar las bombas diarias. La química es excelente con Knut Berger, actor alemán que sigue desconocido, a pesar de que borda un personaje encontrado, de frente a la realidad de su abuelo que sigue vivo y era un asesino.
El señor Fox no afronta esta película como un reto teñido de moralina, sino con la frescura de una visión inmaculada, desde una perspectiva nueva, aunque siempre manteniendo un cierto tono sobrio que él cree corresponde a tal tema.
Lo que más me ha gustado de esta película, que desde luego recomiendo, es la manera en que se trata la culpa, y la liberación de esa culpa. A casi todos los alemanes con los que tengo auténtica confianza les he preguntado sobre el pasado de su familia, esperando una respuesta honesta como la recibirían de reciprocar la pregunta, y en todos he detectado una falta de posición fija. O bien están desmesuradamente enfadados con los judíos por hacerles sentirles culpables (es decir, que el Estado de Israel logra que la culpa permanezca impregnada en la siguientes generaciones), o confundidos porque no saben si sentirse culpables o no, o lo han vivido y no quieren hablar de ello, o han estado cerca cronológicamente y recuerdan la consternación del momento y temen que se repita en cualquier otro lugar del mundo (o en el mismo, claro, después de leer un artículo harto interesante sobre el resurgir de la ultraderecha alemana).
Porque no se detiene en sensiblerías, pero tampoco circunscribe el tema, Fox merece muchas alabanzas. No es fácil encontrarle el pulso a una película con un transfondo tan complicado (y si no que se lo digan a Spielberg con su truncada "Munich"). Buenas noches.
2 comments:
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